El capítulo “Deseos de Navidad” cuenta una historia sencilla pero poderosa: dos primos inseparables encuentran una caja misteriosa y descubren que todo lo que dibujan en ella cobra vida.
Ese recurso — mágico, cercano, lleno de simbolismos — funciona en varios niveles:
- Evoca la nostalgia y la esperanza que trae la época navideña.
- Reproduce la emoción de los sueños hechos realidad — un valor aspiracional muy mexicano.
- Refuerza la idea de que Elektra no solo vende productos, sino que brinda oportunidades, conexión, transformación.
Con un storytelling bien ejecutado, la marca deja de ser “la tienda donde compro cosas” para convertirse en “la aliada que hace realidad sueños”.
Lo que “Deseos de Navidad” revela: un insight de poder para marcas mexicanas
Más allá de la campaña, este spot revela un insight poderoso sobre el consumidor mexicano (y latino en general):
No solo compramos lo que necesitamos. Compramos lo que soñamos. Compramos lo que nos haga sentir esperanza, pertenencia, orgullo.
Una marca que entiende eso — y que se atreve a contar historias con ese enfoque — puede trascender el rol de proveedor. Puede convertirse en parte de la vida — en un aliado confiable.
Para un país marcado por contrastes económicos, por aspiraciones muchas veces contenidas, esta comunicación significativa puede romper barreras de credibilidad y generar lealtad real.
¿Qué pueden aprender otras marcas (o agencias)?
- Cambiar el foco de producto a historia. Las personas compran emociones.
- Apostar por contenido propio, no por “spots de catálogo”. Crear capítulos, episodios, narrativas continuas.
- Ser auténtico y cercano. Nada de “lujos inalcanzables” — mejor “sueños posibles, sueños reales”.
- Integrar redes y plataformas. No basta con la TV: hay que encontrarte donde viven tus audiencias.
- Medir más allá de ventas: suscriptores, interacción, engagement, comunidad.
Elektra no vendió una caja… vendió esperanza
Con “Y Fuimos Felices | Historias de Elektra | Deseos de Navidad”, Elektra logró algo que pocas marcas alcanzan: contar una historia tan emocional, genuina y universal, que muchas familias se sintieron parte de ella. No fue un anuncio más, fue un momento de conexión.
Y en un mundo saturado de publicidad, esa conexión vale mucho más que un “clic” o una venta rápida. Vale fidelidad, reputación y relevancia en la vida real.